Por: Delfina Sánchez Magariños y Sofía Fuentes
Un recorte de un diario impreso circula en redes sociales el sábado 17 de mayo. La imagen se replica una y otra vez en las pantallas. Son cientos de usuarios los que, ahora, comentan y comparten en simultáneo el titular que los tiene absortos: nadie lee nada. No fue una metáfora ni algo pasajero. Efectivamente los únicos que no estaban leyendo eran las autoridades del medio.
Leticia Martin es la protagonista de esta historia y la mente audaz detrás de la última columna publicada en el diario Perfil. Escritora, editora y licenciada en comunicación, Leticia supo poner en palabras su propia situación laboral y develó las condiciones de precarización salarial que actualmente enfrentan los y las trabajadores de prensa en todo el país. Luego de que el recorte circulara en grupos de WhatsApp de colegas, la bronca comenzó a acrecentarse. Y, con el correr de las horas, los teclados del home office y los pasillos de las redacciones se agitaban en un enemigo común: los dueños de sus caracteres.
“Yo envié la columna el jueves con ese título ‘canchero’ señalando que ‘hay que leer’, pensando, bueno, es una invitación a que me paguen rápido y me digan, ‘Mañana escribí la columna boluda’. Había un día más, esperaba que me digan ‘Mandá la buena, esto es un juego’. Pero en algún lugar inconsciente yo sabía que esto podía pasar, ¿no?”, contó en diálogo con Desde la Raíz.
La asfixia llegó con letargo 12 horas después para las autoridades del diario, y la nota fue bajada del portal web antes del mediodía. Sin embargo, los impresos sabatinos del diario Perfil ya circulaban. Su columna se había hecho viral. En ella denunció que el medio de comunicación de Jorge Fontevecchia le adeuda seis meses de pago, el cual es apenas de $50.000 mensuales y hace un año no percibe aumento:
“Ya hace más de un año que escribo esta columna semanal para PERFIL; un trabajo que implica compromiso, un deadline, tener palabra y encontrar una forma. Que también creí implicaba cierta trayectoria. Pero hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado”.
Ese sábado, Leticia Martín fue tendencia en X.
“Se viralizó, ¡cumpliste tu objetivo!”, es la frase con la que la autora comienza su texto. En medio del revuelo, la columna fue resubida al sitio web –no sea cosa de perderse el clickbait o ser acusados de censura por FOPEA–. Después de todo, sin embargo, hay algo que Leticia comprueba: el éxito de la viralización no paga los sueldos.
“Yo pensé, ‘bueno, en el peor de los casos me quedo sin este laburo, van a llegar otros lugares donde publicar’. La verdad es que ya lo estaba haciendo solo por prestigio, estaba trabajando gratis y ya tengo otros lugares donde trabajo gratis”.
Pero el martes Leticia recibió una llamada.
—¿Vas a mandar la columna para el sábado? No te vamos a castigar por esto, el espacio lo tenés —apuntó del otro lado de la línea el director de uno de los diarios con mayor prestigio en nuestro país.
—¿Ustedes revisaron algo respecto a lo que la columna decía? ¿o me estás pidiendo que siga trabajando en las mismas condiciones?
—Bueno, vos sabés que acá plata no hay, no puedo asegurarte las fechas de pago.
En esa charla no hubo nada nuevo. Leticia ya lo había escrito en la columna: “Pero acá estoy, y si escribo columnas que tal vez no me paguen, las escribo como si a alguien le importara leerlas, como si fueran un trabajo y recibiera a tiempo la remuneración por ser eficiente y responder, como si no me hicieran sentir que les da igual, que cualquiera estaría dispuesto a reemplazarme mañana mismo”.
En este diario de la Capital Federal, hay 2500 caracteres libres para Leticia. Hay un espacio condecorado de honor y prestigio al que cuesta llegar, pero al que no se lo puede llamar ‘trabajo’ porque no comprende lo que necesita para serlo: un salario digno. Así, la figura del colaborador o colaboradora externa de un medio es funcional a un modelo que reduce costos, mientras se sostiene con el pluriempleo y la precarización.
Paritaria para los trabajadores de prensa: afuera
La denuncia de Leticia Martín puso en evidencia que su realidad no era un caso aislado, sino una problemática de muchos profesionales del ámbito. Agustín Colombo, periodista y delegado de SiPreBA en Perfil, amplió en sus redes: “Ahora es Leticia, pero son decenas los que cobran mal y tarde. No es solo una cuestión salarial, es algo más profundo: condiciones de laburo terribles, multitareas sin recursos y sin tiempo porque todos tenemos tres, cuatro o cinco trabajos”.
Los datos del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa) revelaron, en 2023, que el 71% de los trabajadores de prensa estaban precarizados. Por su parte, en la ciudad de La Plata y alrededores, el Sindicato de Prensa Bonaerense (SiPreBo), expuso en 2022 que 8 de cada 10 trabajadores de prensa tenían salarios por debajo de la línea de pobreza. Además, para ese entonces, 3 de cada 10 trabajadores percibían salarios por debajo de la línea de indigencia.
Respecto a la pluralidad de empleo e informalidad, el Relevamiento de Condiciones Laborales de SiPreBo indicó que el 68% de los y las laburantes necesita tener más de un trabajo y un 26% desempeña su labor de manera no registrada. “Si bien los datos son de hace tres años, la situación no varió demasiado, en todo caso empeoró. Los datos más salientes de nuestra actividad siguen siendo el pluriempleo y los salarios bajos”, expresó David Barresi, Secretario General del gremio.
La columna de Leticia llega en un álgido momento de reclamo salarial de los trabajadores de prensa, y en particular, de los trabajadores de Editorial Perfil. En un contexto de ataques a la prensa por parte del gobierno de Javier Milei, la saña fue explícita contra el periodista y propietario del diario Perfil Jorge Fontevecchia.
La primera semana de mayo, durante la presentación del libro “Fontevecchia vs. Milei” en la Feria del Libro, un grupo de trabajadores de prensa irrumpió para reclamar mejoras salariales y exigir la firma de paritarias. “Necesitamos que la prensa escrita se siente en la Secretaría de Trabajo a firmar las paritarias. Están hambreando al periodismo”, expresaron alzando carteles. Frente a ellos estaba el mismísimo Fontevecchia, y el editor general del diario Clarín, Ricardo Roa.
Actualmente el salario básico de un trabajador de prensa es de $521.000, con colaboraciones de $13.000 por nota. Con esos salarios, los trabajadores de prensa están obligados a desdoblarse en dos, tres y hasta cinco empleos para poder garantizar un ingreso que les permita superar la canasta básica alimentaria, hoy en $1.100.266.
Hace una semana, desde SiPreBa resolvieron rechazar la última oferta salarial de La Asociación de Editores de Diarios de la ciudad de Buenos Aires (AEDBA), integrada por los principales medios de prensa escrita como Clarín, La Nación, El Cronista, Página/12, Perfil y Crónica. Además, se convocó al cese de tareas en las redacciones del 21 al 23 de mayo para visibilizar la situación a la que se enfrentan sus trabajadores.
No es favor, es trabajo
“No pensé que iba a tener semejante repercusión. Sí puertas adentro, entre los columnistas que igual que yo reclaman por mail que cobramos una miseria y cuando se les canta. Entre nosotros se contaba mucho la anécdota de que el escritor inglés Fogwill cuando escribía su columna y no le pagaban, llamaba por teléfono y decía: ‘Hijos de put*, si no me pagan, no les mando la columna y que se cagen’. Ahí le pagaban sobre el filo y él mandaba la columna que ya tenía escrita. Siento que un poco ese espíritu del viejo irreverente me habitó”.
Como si el espíritu “viejo e irreverente” de Fogwill la hubiese habitado por un rato, Leticia escribió su columna para Perfil sin siquiera pensar en que podía ser la última. Adjuntó la nota al mail de los editores y pidió la actualización de sus honorarios que seguían estancados desde marzo de 2024.
“Llegué a esta instancia por hartazgo de sentir que el trabajo de las mujeres, o de los trabajadores en general, no se considera trabajo, sino un favor o una gauchada”.
Figuras como Beatriz Sarlo, Pedro Mairal o Rafael Spregelburd –al que Leticia suplanta– habían ocupado el mismo espacio de opinión en el diario. Para ellos, la situación no había sido diferente. En los pasillos de la redacción, algunos periodistas alcanzaron a presenciar desde sus cubículos a Beatriz agitando sus manos en el aire con vehemencia en la oficina del director de la empresa. Exigía, como muchos otros, el pago atrasado por sus colaboraciones.
El caso de Leticia Martin no es una excepción, sino un síntoma de la precarización estructural que atraviesa el periodismo argentino. Visibilizó lo que muchos viven y aguantan día a día: salarios congelados, pagos demorados, pérdida del valor de la palabra, deslegitimación del trabajo periodístico, desprotección para quienes ponen en circulación todos los días la información y las ideas.
Si escritoras con prestigio no cobran sus chirolas, ¿Qué queda entonces para un colaborador incipiente? ¿Quién puede seguir haciendo periodismo en estas condiciones? Hoy son cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora.
