El miércoles 28 por la mañana, Cristian Larsen publicó su carta de renuncia en redes sociales. En ella, el funcionario celebró una gestión por la que, justamente, los trabajadores de Parques Nacionales vienen manifestándose en desacuerdo, caracterizada por despidos, precarización, pérdida de capacidades técnicas y desregulación del turismo en áreas protegidas.
Recordado por gastar 300 mil pesos en un almuerzo mientras la Patagonia se prendía fuego, Larsen se despidió con la “firme convicción de continuar aportando a las ideas de la libertad desde otro lugar”, tal como expresó en su carta. Ese ‘otro lugar’ parece ser el campo electoral. Después de un año y medio al frente de APN -sin experiencia ni capacitación en gestión ambiental-, Cristian Larsen, participará en el armado de listas de La Libertad Avanza (LLA) en Santiago del Estero, de cara a las elecciones de octubre.
En verdad, su renuncia no fue sorpresa para nadie. El ex-funcionario coordinó su salida en una reunión en Casa Rosada mientras que entre los trabajadores se esperaba tarde o temprano la renuncia de un director más comprometido por seguir la línea del gobierno nacional que por propulsar y mejorar su organismo. Lo que queda tras su paso es un retroceso: debilitamiento del cuerpo de guardaparques, desarticulación de equipos técnicos y una política ambiental subordinada a los negocios privados.

Ahora bien, ¿Cuál fue la política de Larsen en APN?
En el verano, los incendios forestales en Río Negro, Chubut y Neuquén lo pusieron a prueba. Estuvo al frente del organismo durante el peor ciclo de incendios en la región de las últimas tres décadas. En total, en estas provincias se quemaron casi 32.000 hectáreas entre octubre de 2024 y marzo de 2025, según un relevamiento de Greenpeace. Esto es cuatro veces más que en el mismo periodo del año anterior. Mientras los brigadistas denunciaban falta de recursos y respuestas tardías, Larsen apuntó contra las “falsas organizaciones mapuches” como responsables del fuego.
Pero si hubo una decisión que marcó su gestión fue la desregulación del turismo en 39 parques nacionales. En marzo, junto con el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, y el presidente Javier Milei, Larsen firmó las resoluciones 61/25 y 62/25.
Bajo la bandera de “la libertad”, flexibilizaron los permisos para operar servicios turísticos dentro de las áreas protegidas y eliminaron los requisitos para ejercer como guía oficial. Desde adentro del organismo, los trabajadores advierten que esta apertura es explícitamente una retirada del Estado que pone en riesgo tanto la conservación de los parques, la seguridad de visitantes y el control ambiental. “No estamos en contra de incentivar el turismo, pero sí de abrir los parques al negocio sin controles. Lo que llaman ‘trabas’ son análisis técnicos para evitar daños ambientales. Por algo son parques nacionales y no parques de diversiones”, explicó en diálogo con este medio Alejo Fardjoume, delegado de ATE Parques Nacionales.
Fardjoume anunció que desde marzo del año pasado se han despedido 150 trabajadores, se han estancado los salarios y desfinanciado estudios técnico científicos. “En los parques no sobran trabajadores, faltan. Siempre faltan más brigadistas, guardaparques, técnicos, administrativos y científicos. Sin ellos, no hay conservación posible”. Pero, principalmente, destacó que lo que está en juego no es solo el empleo, sino la labor de Parques Nacionales en los territorios.
“La visión es generar negocios”… para unos pocos
La desregulación no llega sola. Se acompaña de un discurso que promueve “abrir los parques a más gente”, pero que -según denuncian desde adentro- esconde otros intereses. “Detrás del discurso de ‘abrir los parques’ se esconde la habilitación de negocios para sectores privados, incluso para quienes ya tienen propiedades dentro de áreas protegidas que, en muchos casos, son parte del 1% más rico de la Argentina”, asegura Fardjoume.
Uno de los ejemplos más concretos es el caso de la Isla Victoria, en el Parque Nacional Nahuel Huapi, donde se barajan proyectos para habilitar desarrollos de pesca, casas privadas y hoteles. “La visión es generar negocios. La posibilidad de hacer de parques una oportunidad de lucro para los mismos de siempre, a costa de los trabajadores, la biodiversidad y el sentido público de los parques”, señala.

¿Para qué existen los Parques Nacionales?
Sin dudas, los parques tienen un sentido ambiental y de conservación ecológica. Pero también su sentido corre en términos de soberanía territorial y proyecto nacional. Es decir, cuando hay proyectos de otros, de afuera, sin control del estado nacional, Argentina pierde poder de decisión, de autonomía y de proyección a futuro. Tal como dice Alejo: “Atrás de los negocios, se esconde una pérdida de soberanía y del control territorial que tiene que tener Parques”, dice Alejo Fardjoume. “Vamos a quedar abiertos a que venga cualquier fundación, ONG, con quienes está buenísimo trabajar pero no que sean quienes llevan el mando. Eso se debe definir como política pública, desde APN y con otros organismos como el CONICET, el INTA, las universidades, las provincias, los municipios y las comunidades locales”.
La lógica del recorte presupuestario choca de lleno con los tiempos de las políticas de conservación. “Los efectos de desarmar áreas técnicas no se ven hoy, pero en unos años vamos a lamentarlo”, advierte el delegado. Por ejemplo, en abril de este año, tras 30 años de trabajo científico, se logró reintroducir al huemul en el Parque Nacional Lanín, una especie de ciervo emblema de la Patagonia.
Además, en todo el país, los Parques Nacionales y las áreas protegidas generan desarrollo en las economías regionales, impulsan emprendimientos y son clave para el turismo local y nacional.
Quizás, antes de firmar resoluciones que profundizan la concentración de riquezas, sería oportuno que quienes ocupan cargos de este estilo agudicen su mirada no sobre el horizonte político, sino sobre el organismo que tienen a su cargo.
Este es un gobierno que llegó al poder prometiendo combatir privilegios, ‘ñoquis’ y castas enquistadas en el Estado. Sin embargo, es inevitable preguntarse si no hay algo profundamente contradictorio en ocupar un cargo clave durante menos de dos años, renunciar sin rendir cuentas, y reorientar esa experiencia política hacia la proyección personal dentro de un armado electoral.
El directorio de la APN sigue vacante.