Son las 22.30hs del jueves 25 de enero. En el Parque Nacional Los Alerces reina el silencio propio de una noche patagónica de verano. Pero algo irrumpe con esa tranquilidad: es el calor del fuego que empieza a consumir parte del bosque andino de más de 200 años de edad. Lengas, ñires, coihues, radales, son algunas de las especies que empiezan a arder y a esa hora no hay fuerza humana que logre contener su avance.
El incendio que comenzó con dos focos situados a la altura del Arroyo Centinela, entró en su fase de control luego de 27 días de intenso trabajo de brigadistas y bomberos. Fueron alrededor de 500 personas de diferentes zonas del país abocadas a apagarlo, encargándose de tareas de planificación y ejecución del plan de acción que se establecía día a día desde el Comando Unificado conformado específicamente para este combate.
El informe del Comando Unificado establece que el pasado jueves 22 de febrero la línea de control quedó establecida definitivamente y asegurada. Comienza la “etapa de extinción”, según confirmó el jefe del departamento de Incendios, Comunicaciones y Emergencias (ICE) del Parque Nacional Los Alerces, Mario Cárdenas. Pero el daño es irreversible. Son 6.924 hectáreas afectadas, en las que no sólo se perdieron recursos naturales, sino también ambientales y turísticos.
El Parque Nacional Los Alerces está todo quemado. Son pocas las áreas verdes que pueden verse a la vista, y que generará complicaciones en el invierno para toda la población chubutense. El bosque en la Cordillera de Los Andes produce que el agua que llueve en invierno drene lentamente y abastezca a todas las localidades de la meseta en la Patagonia y hasta en la costa atlántica. A ello también se suma el cambio climático como factor preponderante en la propagación de un incendio al haber un menor ingreso de los frentes húmedos del Pacífico que solían traer las lluvias al noroeste patagónico.
Según Cárdenas, el incidente en El Centinela es considerado uno de los más grandes en la historia del parque, que desde 2008 sufre de incendios intencionales que afectan directamente la vegetación autóctona, tiñendo de gris la montaña que rodea el lago Futalaufquen.
En total son más de 20 mil hectáreas de bosque quemado en diferentes épocas (2008, 2015, 2016, 2023 y 2024), y que se estima que tardará más de 100 años en regenerarse. “Es incalculable lo que se ha perdido con la cantidad de zonas que han sido afectadas con este incendio. Entendemos que hay una misma forma de incendiarse porque tuvo la mismas características que años anteriores”, reconoce el Jefe departamental del Parque.
“Hay una intencionalidad de prender fuego. No es algo que pasó una vez, sino que hay un historial de todos los veranos de cómo se inicia, y que se hace de noche y en zonas de difícil acceso”, cuenta Hernán Mondino, quien conforma la Brigada de Incendios, Comunicaciones y Emergencia (ICE) del Parque Nacional Los Alerces.
El brigadista se encuentra preparando el informe oficial sobre la situación del parque junto al Comando Unificado: luego de varios días de trabajo consecutivo, aún sin contrato y con tan solo dos días de franco, finalmente el fuego entró en fase de control. Pero, ¿qué sucederá una vez que el incendio esté apagado por completo?
Detrás del humo no los ven
Pese a la situación de precariedad de los y las brigadistas, continuaron respondiendo a la emergencia ígnea sin saber qué les depararía el destino. Así como Hernán hay más de 600 brigadistas nacionales en la misma situación generada desde hace varios años y que se profundizó tras el decreto 84 del DNU del presidente Javier Milei donde suspende los contratos del Estado firmados en 2023 y que pusieron en revisión el resto de los contratos hasta marzo.
Pero nunca hubo planta permanente para los y las brigadistas y la incertidumbre es cada vez más grande: el 31 de marzo se acabarían sus contratos, y no hay indicios de que el nuevo gobierno de una respuesta pronto. Además, según Hernán, son 2200 empleados en planta y 1000 los contratados, pero no hay quien conduzca la Administración de Parques Nacionales (APN), ni siquiera el Parque Nacional Los Alerces, que por el momento cuenta con la conducción del guardaparque Danilo Hernández Otaño como intendente interino hasta que haya un nombramiento oficial.
“Cuando pedimos estabilidad laboral no pedimos contratos de 3 meses, ni un año, pedimos que pasemos a formar parte de planta del Estado porque no hay previsibilidad ni para nuestras familias ni para el propio sistema de incendios”, comenta Hernán respecto a los reclamos que están encabezando los y las brigadista, a los que se suman la falta de reconocimiento de su trabajo de alto riesgo y la falta de planificación de recursos que solo aparecen cuando hay una emergencia.
En la cima de la montaña la perspectiva cambia, incluyendo las planificaciones. “Costó bastante el incendio”, comenta Hernán respecto a su experiencia participando en el combate. En aquellos días, su cartel que decía “nos vendieron humo y nuestro trabajo es de alto riesgo” se había convertido en parte del equipaje de los y las brigadistas que subían a la montaña todos los días sin saber con qué podrían encontrarse.
Parte de su trabajo implicó acomodarse a las condiciones geográficas y meteorológicas que se presentaron en una emergencia de esta magnitud. “Si bien hay un plan de acción definido, es un día a día”, cuenta. No podían acceder a muchas de las zonas afectadas con las mangueras, o como les llaman ellos; las líneas de trabajo. por lo que tenían que cargar mochilas de agua y herramientas para hacer cortafuegos y así frenar el avance del fuego.
Además del trabajo manual, también se contó con medios aéreos como aviones hidrantes para transporte de personal y descarga de agua, y el “anfibio” que operó cargando agua directamente del Lago Futalaufquen, pero que hasta mediados de enero no estaban disponibles sino que fueron contratados a empresas privadas.
Al reclamo del cuerpo de brigadistas también se suma el de los pobladores locales afectados por el fuego y cansados de la falta de prevención ante incidentes de esta magnitud. Según ellos, se nota cierto abandono en la jurisdicción de Los Alerces: “No tenemos intendente, ni gente en la portada de acceso que reciba y controle a quienes entran. Incluso hay sendas que no se abren. Son muchas las cuestiones que hay que revisar”, dice Francisco Buduba, comunicador y fotógrafo de Esquel que participó en el combate junto a la familia Mermoud que fue afectada por el fuego.
Francisco participó junto con la familia de su amigo en la ladera del cerro La Torta, donde se encuentran los Túneles de Hielo, el principal atractivo turístico de la zona. Allí se encuentra la hostería de los Mermoud “Quimé Quipán” y los vecinos de Rincón del Sol, quienes perdieron entre el 45 y 85% del campo con este incendio.
“Además de visibilizar en redes, tuve la oportunidad de participar desde adentro porque conozco el campo de mi amigo y un lugareño que conoce los caminos fue de gran ayuda para las brigadas que venían de todos lados y que no conocían el parque. Hicimos un poco de logística para las brigadas, asistíamos con imágenes, hacíamos de observador yendo a un punto alto e íbamos diciendo como veíamos el incendio”, explica Francisco.
Fue intencional
Según el Consejo de Federaciones de Bomberos Voluntarios de la República Argentina, el 95% de los incendios son producidos por la acción humana. Esto quiere decir que, si bien los factores climáticos inciden en la propagación de un incendio, como lo es la sequía y las temperaturas elevadas en verano, o el bajo porcentaje de humedad y los vientos fuertes, el principal propulsor de estos incidentes es el ser humano. Y aunque los entrevistados coinciden en que hay una intencionalidad detrás de este incendio, no hay pruebas que confirmen dicha hipótesis.
“El saber qué finalidad hay detrás de todo esto es muy difícil. Es un trabajo que se tiene que encargar la justicia”, comenta Mario, jefe del departamento de Incendios, Comunicaciones y Emergencias (ICE) de Los Alerces respecto a la denuncia radicada por la jurisdicción del Parque Nacional Los Alerces para iniciar una investigación sobre quienes llevan a cabo estos incendios.
Si bien descartan cuestiones inmobiliarias por tratarse de un Parque Nacional que no está contemplado en la Ley de Quema ni en la Ley de Bosques, es decir que los campos que se incendian no pueden venderse a sectores inmobiliarios, las hipótesis evidencian que se trata de un crimen organizado. Pero, ¿a quién beneficia entonces? ¿Quiénes ganan con este incendio (y tantos otros)?
Para Hernan, más allá de encontrar culpables, la cuestión pasa por otro lado: “hay que trabajar en la prevención para que el accionar sea rápido y previsible, en profesionalizar la actividad, en distribuir mejor los recursos, y en tener en cuenta a la comunidad”.
Tras un mes de intenso trabajo, desde el Comando Unificado intentan llevar un poco de tranquilidad a la comunidad de la cordillera chubutense. Pero los combates aún continúan, dejando el fuego atrás para seguir exigiendo al Estado una respuesta para los y las trabajadores precarizados. “Así como vamos a laburar, vamos a salir a reclamar por cuestiones que son esenciales para cualquier laburante, y exigir una planificación óptima y más previsible respecto a los incendios, que funcione para estas situaciones de emergencia”, comenta Hernán.
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