Cuando se lanzó al espacio el satélite ARSAT-1 era octubre del 2014 y la industria satelital en la Argentina no existía. En ese entonces, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner realizó una cadena nacional en el momento mismo en que despegaba el cohete que lo alejaría 36.000 km de la Tierra. Era el primer satélite construido y puesto en órbita íntegramente por un país latinoamericano. Diez años después, sigue prestando servicios de telecomunicaciones a todo el territorio argentino -incluyendo la Antártida y Malvinas- y países limítrofes. Aunque no lo haría por siempre.
La empresa de telecomunicaciones ARSAT, fue creada en el 2006 por el gobierno nacional. Desde entonces, trabaja en la operación y control de los satélites que construye de la mano de INVAP, la empresa rionegrina de alta tecnología. Su política de desarrollo satelital apunta a la soberanía nacional, desempeñando un rol estratégico para el crecimiento del país en materia económica, tecnológica y científica.
“Las alas del ARSAT ya están desplegadas, también las de la Argentina, las alas blancas del progreso, la ciencia, la tecnología, la libertad, la igualdad. Las alas de la patria”, enalteció Cristina, el 16 de octubre de 2014 por las señales de TV Pública y Radio Nacional. El ARSAT-1 fue diseñado, financiado, desarrollado, ensamblado y probado en la Argentina, con un equipo de más de 3000 técnicos y científicos del país. El 50% de sus piezas son de fabricación nacional, incluso su software es totalmente argentino. Junto a INVAP, lo habían fabricado para reemplazar el satélite anterior cuya vida útil había caducado.
Todo ello, no se sostiene sin un respaldo político. Alfredo Moreno, ingeniero de Tecnologías en Informática y Comunicaciones en ARSAT, aseguró: “La política del gobierno actual es clara: desfinanciar nuestra empresa pública, debilitarla y lograr bajarle el valor en el mercado para poder crear una sociedad mixta, ya que no la puede privatizar en el contexto de la Ley de Bases.”
La empresa pública ARSAT tiene el centro de procesamiento de datos más importante de Latinoamérica. Con ella, los argentinos pueden acceder a servicios satelitales como internet o imágenes de observación terrestre que a su vez se venden a países que no pueden producirlas. Además, ARSAT ha desplegado más de 40 mil kilómetros de cable de fibra óptica, brindando acceso a una comunicación con una velocidad de datos mucho mayor que la de los cables eléctricos.
Desde el 2005 se decidió que el Estado Nacional acompañe e impulse el desarrollo de la industria satelital apostando por la soberanía espacial. Esto permitió desarrollar conocimientos científicos y capacidad tecnológica que caracterizó al país durante esos años.}
Haceme un lugarcito en la órbita
Pero, ¿Dónde se ubica un satélite en el espacio? Alrededor del planeta Tierra, se despliega un “anillo” cuyo plano es paralelo al plano del ecuador: la órbita geoestacionaria. Al tener una altitud fija sobre el ecuador, hace que los satélites que se posicionan en ella giren sincrónicamente a la par de la Tierra (estacionaria respecto a la Tierra). De este modo, son visibles en todo momento y se les puede hacer un seguimiento continuo.
Por esto, una posición en esta órbita es de inmenso valor político y socioeconómico, especialmente para las telecomunicaciones. En 1985, la Unión Internacional de Telecomunicaciones asignó a nuestro país dos: la posición 72° Oeste y 81° Oeste.
El Arsat-1 fue colocado a los 72°O. y, un año más tarde, en septiembre de 2015, fue enviado el Arsat-2 a los 81°O. Ambos satélites, fueron un hito histórico para el país en la defensa de las posiciones orbitales, eliminando la dependencia de capitales extranjeros y proyectando un nivel tecnológico dominante en la región.
Sin embargo, no fue fácil ganar un lugar en el mapa del mundo: Si hoy Argentina tiene un espacio, es gracias a decisiones concretas. Todo comenzó en 2004, cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia con un sector espacial privatizado
En la década del 90’, Nahuelsat era el consorcio de capitales extranjeros que estaba a cargo de las posiciones orbitales geoestacionarias de Argentina: debía proveer y operar un satélite para cada posición. El primero fue el Nahuel-1, puesto en los 72ºO. en 1997, mientras que el segundo debía ser colocado en los 81ºO. antes de octubre de 2004.
Sin embargo, cuando llegó la fecha, Nahuelsat ni siquiera había comenzado a construirlo, poniendo en riesgo la conservación de la posición, que estaba siendo reclamada por Gran Bretaña. El presidente solicitó entonces una prórroga de dos años que le dió tiempo a gestionar el alquiler de otro equipo para reemplazarlo. Años más tarde, en 2010, el Nahuel-1 cumplió su vida útil y fue sustituido definitivamente por el AMC 6.
Desde ese momento, Kirchner asumió la actividad espacial como una política de estado, y en 2006 sancionó la Ley 26.092 para la creación de ARSAT, a fin de instrumentar una política satelital que contemplase el “diseño, desarrollo, construcción en el país, lanzamiento y/o la puesta en servicios de satélites geoestacionarios en sus posiciones orbitales”, asimismo que la provisión y/o comercialización de las facilidades satelitales obtenidas.
Al mismo tiempo, se puso en marcha el Plan Espacial Nacional manejado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), el cual permitió, hasta el presente, llevar adelante un ambicioso programa de desarrollo de satélites de observación de la Tierra y telecomunicaciones.
Hoy estamos, mañana vemos: La vida útil de los satélites
Este año el ARSAT-1 cumple 10 años en el espacio, y como la mayoría de las cosas, los satélites no son eternos. Su capacidad de realizar funciones depende del combustible que puedan cargar y del desgaste que les implique mantenerse en órbita. En el caso de los satélites geoestacionarios, el ciclo de vida útil es de 10 a 12 años. “Saquemos cuentas”, dijo Alfredo Moreno. “El Arsat-1 fue enviado en 2014 y el Arsat-2 en 2015.”
“El año que viene entramos en etapa crítica: si no se lanza el nuevo satélite SG1, en cuatro años Argentina se queda sin los satélites que tiene”, aseguró el ingeniero.
El Arsat SG1 -antes llamado ARSAT-3- estaba programado para ser lanzado en 2019 pero la gestión de Mauricio Macri decidió suspender su fabricación. En febrero de 2020, Alberto Fernández anunció la reanudación del Plan Satelital Argentino que incluyó su construcción.
Este satélite está dotado con la última tecnología a fin de brindar Internet satelital de alta calidad en sitios rurales o de difícil acceso, con cobertura total en la Argentina y parcial en países limítrofes.
Cuatro meses quedan de 2024 y no hay -ni por asomo- noticias del lanzamiento del nuevo satélite. Tampoco para el año que viene. ‘No hay plata’ es el argumento del gobierno actual, sin embargo, los satélites Arsat 1 y 2 generan alrededor de 40 millones de dólares al año gracias a la exportación de servicios tecnológicos.
El nuevo satélite SG1, que ya está prácticamente terminado en el INVAP, tendrá aún más capacidad de tráfico de datos, por lo que se prevé que genere más divisas para el país.
Si los satélites nuevos no se ponen en órbita, es muy probable que ARSAT pase a ser una empresa “en estado de coma”. La decisión del gobierno será clave para determinar el destino de la industria satelital del país.