En una sociedad marcada por las constantes crisis económicas, con una brecha salarial creciente y un 39,2% de la población debajo de la línea de pobreza, el trabajo de las cocineras y el personal de los comedores y merenderos de los barrios populares se torna crucial para garantizar la alimentación de millones de personas.
Un estudio realizado por la Universidad Nacional de Córdoba reveló que el 85 por ciento de las personas que realizan trabajo comunitario son mujeres, y si bien la mayoría cuentan con una cooperativa o reciben un salario por medio del Plan Potenciar Trabajo, sus ingresos son insuficientes y la cantidad de horas que dedican a preparar los alimentos, que luego reparten gratuitamente, no les permite poder desarrollarse en otros ámbitos laborales.
Desde la organización social “La Poderosa”, buscan ingresar en el Congreso un proyecto de Ley para que estas mujeres que han sido la salvación de miles de familias en situación de pobreza e indigencia, muchas veces sin recibir nada a cambio, sean reconocidas como trabajadoras por el Estado.
No es solidaridad, es trabajo mal pago
Durante y después de la pandemia, el trabajo de las cocineras comunitarias creció al mismo tiempo que la cantidad de gente que necesitó asistencia alimentaria. Mientras miles de personas trasladaban su trabajo de oficina a sus hogares, muchas familias que vivían de changas y empleos temporales quedaron prácticamente en la calle, sin ingresos para comer o pagar un alquiler.
Según el exministro de Desarrollo social de la Nación, Daniel Arrollo, previo a la pandemia “el número de personas que recibía asistencia alimentaria era de 8 millones, que pasó a 11 millones durante el peor momento de la pandemia y ahora bajó a 10 millones”. En concreto, las mujeres que trabajan hoy para garantizar un plato de comida para aquellos que más lo necesitan están cocinando dos millones de viandas más que en el año 2019.
“Durante toda la pandemia nosotros trabajamos con normalidad, el movimiento nos otorgó el permiso para poder seguir trabajando todos los días y desde ese momento hasta hoy el grupo de gente que viene a retirar su comida sigue aumentando”, dijo Evelyn Curcio, la directora de la cocina de “Sueños de Libertad”.
Evelyn es quien se encarga de coordinar un grupo de diez trabajadoras, de las cuales nueve son mujeres. El comedor pertenece al Movimiento Justicia y Libertad y está ubicado en Berisso a 3 cuadras de la Avenida Montevideo, una de las calles principales de la Ciudad.
Este comedor que comenzó a funcionar poco tiempo antes de la pandemia por Covid-19 reparte entre 100 y 150 viandas diarias, aunque la cantidad de comida que preparan es enorme debido a que la mayoría de las familias que se llevan su porción “tienen alrededor de 8 hijos”. “Hay chicos que la única comida que tienen en el día es la que nosotros le repartimos”, contó Evelyn.
Luego de llevar a su hijo a la escuela, Evelyn viaja hasta el barrio Asentamiento, abre las puertas del comedor al igual que todas las tardes y comienza a diagramar cual será el menú de la semana. Su jornada y la de las demás compañeras es de 6 horas, y a veces se extiende hasta las 19:00hs, “por lo que me ocupa toda la tarde”, cuenta. Ese es su principal trabajo y por lo tanto “no podía agarrar otro de media jornada”, explicó Evelyn.
En Sueños de Libertad la semana se divide entre los días que se reparte la merienda y los que se sirve la cena. “Preparamos la merienda los lunes y miércoles; pero martes, jueves y viernes hacemos la cena que la repartimos de 6 a 7 de la tarde”, explicó Evelyn. Los alimentos que utilizan a diario para cocinar los provee el movimiento social al que pertenecen, pero los condimentos como la sal y el aceite salen del bolsillo de las cocineras y demás trabajadores del lugar.
El sueldo de las mujeres que trabajan en el comedor y copa de leche “Sueños de Libertad” no supera los 35 mil pesos mensuales que perciben a través del Potenciar Trabajo, 53 mil pesos menos que el Salario Mínimo Vital y Móvil que fijó el Gobierno para el mes de junio. La misma realidad comparten la mayoría de las cocineras comunitarias del país.
Los comedores y un Proyecto de Ley como iniciativa popular
Claudia Albornoz, referente villera de la organización social “La Poderosa”, conoce de primera mano el trabajo de las cocineras comunitarias y el de muchas mujeres que habitan las villas y los barrios populares, realizando tareas comunitarias para ayudar a las miles de familias que habitan lugares invisibles para el Estado.
Para la “negra” Albornoz, “el trabajo comunitario en los barrios populares es el que sostiene la vida cotidiana de los vecinos y vecinas”, y puntualmente los comedores “desde la solidaridad procuran que la gente tenga al menos un plato de comida al día”.
“En Argentina La Poderosa realiza 44.000 platos de comida diarios en 168 comedores que cuentan con 1.700 trabajadoras en total, mayoritariamente mujeres y disidencias sexuales”, remarcó Albornoz.
Algunos de los establecimientos que operan en casi todo el país llegan a repartir hasta más de mil viandas diarias, como es el caso de Tucumán, en el cual se cocina todo a leña a causa del alto valor del gas envasado. Según estimaciones de La Poderosa, hay alrededor de 5 mil establecimientos inscriptos que brindan ayuda alimentaria en todo el país. Sin embargo, los datos oficiales sobre la cantidad de comedores y merenderos inscriptos son difíciles de conseguir.
Para eso se creó el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios de Organizaciones de la Sociedad Civil (RENACOM), un instrumento que le permite al Estado recopilar datos y estadísticas sobre los diferentes lugares que conforman la red social de asistencia alimentaria en el país. Sin embargo, las organizaciones sociales estiman que aún hay muchos establecimientos que quedaron por fuera del registro.
Al mismo tiempo, en algunos de los lugares donde se realizan las tareas de cocina las condiciones de infraestructura no están del todo garantizadas, limitando el normal desarrollo de las actividades. En el caso del comedor berissense, la gente no puede comer en el establecimiento, debido a que no poseen la vajilla necesaria como platos cubiertos y tazas. Las familias deben llevarse las viandas y calentarlas en sus casas.
Muchos de los comedores comunitarios y merenderos han ido sumando diferentes servicios para la comunidad, convirtiéndolos en puntos de encuentro para muchos trabajadores del barrio, como trabajos de limpieza urbana, en cooperativas, apoyos escolares, o en el caso del comedor de Berisso el Plan FinEs, un programa para terminar los estudios obligatorios, tanto primarios como secundarios.
En muchos barrios los comedores resultan ser espacios que exceden la función de darle de comer a la gente, y se transforman en puntos de encuentro para el trabajo y el desarrollo de las comunidades, sumando actividades educativas, talleres recreativos y acompañamiento para mujeres que atraviesan situaciones de violencia de género como es el caso de las “Casas de las Mujeres y las disidencias” que coordina La Poderosa.
La realidad supera el instrumento político del RENACOM que solo permite registrar hasta 6 trabajadores por comedor, cuando hay lugares que requieren mayor mano de obra. Por eso, el Proyecto de Ley que se intentará presentar en el Congreso Nacional, incluye varias de las problemáticas mencionadas: “que se abra nuevamente el registro durante seis meses, para que todo el mundo pueda registrarse y ahí entonces tener la cantidad exacta, o más o menos aproximada, de los comedores que existen en Argentina”, menciona Albornoz. Como también los reconocimientos básicos laborales: vacaciones pagas, un salario digno, aportes jubilatorios y un seguro que cubra accidentes laborales.
“El proyecto habla del reconocimiento salarial y laboral de aquellas vecinas que trabajan en comedores comunitarios hace décadas, porque hubo muchísimas crisis en Argentina que repercuten fundamentalmente en los lugares de pobreza”, explicó la referente de La poderosa, y adelantó que el proyecto será impulsado por “iniciativa popular”, a través de la colecta de 500 mil firmas.
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