El crecimiento del monocultivo, la pérdida de biodiversidad y el uso de agroquímicos son parte del mismo problema que afronta la apicultura. La inexistencia de una industria que capitalice la alta producción apícola argentina, y el ejemplo de una cooperativa que gracias a su desarrollo técnico apícola, está entre las más importante del país. A un año del #Abejazo: problemáticas y desafíos de una de las actividades en las que Argentina es potencia mundial.
El 28 de septiembre del 2021 se realizó el primer #AbejazoNacional con el fin de visibilizar la situación que atraviesa la apicultura, como consecuencia del desarrollo del modelo agroindustrial basado en la “sojización”- monocultivo por excelencia argentino- y el uso excesivo de agroquímicos.
El traslado de apicultores de localidades del sur bonaerense a provincias como Río Negro en época de primavera es muy habitual, por ser un blanco polinizador para las abejas. Es por eso que apicultores de localidades como Necochea, Quequen, Orense, Tres Arroyos, San Cayetano, Saladillo, Huanguelen, Pigüe, Coronel Suarez, Tornquist, Sierra de la Ventana, Saldungaray, 17 de agosto, Darregueira, Teniente Origone y Bahía Blanca, reunieron gran convocatoria y también reclamaron por el cobro de un canon establecido por Río Negro al ingresar colmenas a la provincia.
Desde el sector entienden que debe existir una ley apícola nacional que impulse y respalde la actividad, aunque en 2007 se instrumentó un plan nacional a diez años y hay varias normas provinciales en Buenos Aires, Córdoba, Río Negro, Santa Fe, y Entre Ríos. Por otro, la casi total primarización de la actividad, deja sin industria, valor agregado, y como consecuencia, en las últimas filas de la producción rural argentina.
De granero a panal del mundo
En Argentina, unos 30 mil productores apícolas trabajan con alrededor de 3 millones de colmenas repartidas en todo el territorio nacional. Principalmente en la región de la Pampa Húmeda: la mitad de las colmenas en provincia de Buenos Aires, y el resto en Córdoba, Santa Fe, La Pampa y Entre Ríos.
Argentina es potencia mundial en producción apícola. Se llevó el cuarto lugar según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), seguida de China Turquía, e Irán. Sin embargo, el 98% de la exportación nacional es a granel, quiere decir, sin especificar su origen.
La exportación nacional de miel es de 75.000 toneladas anuales. En el 2020, las mismas dejaron $175 millones de dólares. Lucas Martínez, presidente de la Sociedad Argentina de Apicultores, dijo quesi se lograra entre 20.000 y 30.000 toneladas exportables de miel fraccionada, “el país se pararía de otra forma en el mapa mundial”
“Elaboramos una de las mejores mieles del mundo, pero la estamos vendiendo en barriles de 200 kilos, lo que implica que perdemos la oportunidad de generar riquezas con este recurso endógeno”, dijo Fernando Byrs, apicultor de Misiones. Los productores coinciden en que la calidad de la miel argentina que se vende a granel es de “primerísimo nivel, apta para mercados muy exigentes”, pero termina convertida en blend mezclada con la china.
Las empresas exportadoras de miel en argentina son seis: Coopsol, Villamora, Geo Miel, Apicola Danangie, Patagonik Food, y Argenmieles. La última gestiona unas 3000 toneladas anuales, y es la que lidera el comercio internacional de miel fraccionada, destinándole un 7% del total de su producción. El resto, a granel directo a Estados Unidos, Japón o Alemania.
Además de empresas de capitales nacionales, existen ejemplos de cooperativas apícolas asociadas bajo “consorcios” que exportan al extranjero. Dicha política se fortaleció entre los años 2010 y 2015, donde se llegaron a conformar nueve consorcios: tres en la provincia de Buenos Aires, dos en Entre Ríos, y uno en Santa Fe, Chaco, Corrientes y Cuyo, integrados por 104 cooperativas y organizaciones de productores que agrupan a más de 2.100 pequeños apicultores y alcanzan las 400.000 colmenas.
Pero además de miel, la producción apícola genera otros productos que pueden ser comercializados en industrias alimenticias, farmacéuticas, químicas o cosméticas. Derivados como polen, jalea real, cera, propóleo, núcleos, reinas, polinización, apitoxina y subproductos tales como cerveza con miel, cosmética apícola, caramelos de miel y propóleo, velas a partir de la cera natural de las abejas y la hidromiel o aguamiel.
Dichos productos son elaborados en refinerías, y las más importantes se encuentran en países como EE.UU, Reino Unido, Alemania, India o China: los tres primeros son los principales compradores de la miel a granel argentina.
Cooperativa Apícola Pampero
Las abejas, además de producir la miel, hacen su trabajo como polinizadoras, y 7 de cada 10 alimentos necesitan ser polinizados. “Hay veces que se le paga al apicultor por llevar sus colmenas a cultivos”, dice Isolina Pérez, integrante de la Cooperativa Apícola Pampero ubicada en el sur bonaerense. El servicio de polinización es remunerado en otros países, “e incluso en algunas zonas del país como el Alto Valle en Río Negro”, comenta la ingeniera a DLR. Sin embargo, es un servicio que no se le reconoce al apicultor y su efectiva implementación cuesta mucho. “En la cooperativa se hizo un protocolo para definir un precio al servicio de polinización, aunque aún está sin aplicación”, agrega.
La expansión agropecuaria cada vez más abrupta donde se utilizan agroquímicos, herbicidas y fungicidas, pone en jaque a la apicultura. No solo la aplicación de químicos a los cultivos, se transferirá luego por el polen a los alimentos, sino que la presencia de flores es cada vez menor, “lo que hace que la abeja en ciertos momentos del año esté desnutrida por el poco polen que hay para alimentarse”, explica a DLR Giuliano Cernada, otro integrante de la cooperativa.
Frente a la necesidad de fortalecer la actividad que tanto se ha ido debilitando durante los últimos años por el avance del monocultivo, La Cooperativa Apícola Pampero ubicada en la localidad de Calderón, creó el Jatié CAP, un complemento del pólen para las colmenas, “algo así como un alimento balanceado para abejas”, dice Cernada. El producto que se produce en otra sede aledaña ubicada en Ribera, partido de Adolfo Alsina “le garantiza una mejor calidad en la miel, y el fortalecimiento de los insectos”, afirma.
Además del Jatié CAP, la Cooperativa Apícola Pampero, elaboró otros productos únicos en el mundo: el Aluen CAP y el Cocco CAP. El primero se trata de un Tratamiento Sanitario para abejas, y es el producto “estrella” de la cooperativa, que logró posicionarla como una de las más prestigiosas del mundo. Aluen CAP es el resultado del gran desarrollo técnico de la cooperativa, y es exportable a 10 países, con 20 en lista de espera. Se trata del primer producto orgánico para combatir la varroa, una plaga muy común en las colmenas que las afecta hasta tal punto de destruirlas. Generalmente, los remedios para combatir esta enfermedad se curan con químicos que perjudican la salud de las abejas, del productor y de los consumidores.
“Este producto garantiza la calidad de la miel. Se puede vender al mercado como miel orgánica, algo que eleva su precio”, dice Pérez. El producto cuesta alrededor de 2.300 pesos y tiene un alcance para 20 colmenas.
“La cooperativa apícola más grande del país”, así la caracteriza su presidente Elian Tourn, es producto de la Cámara Apícola Pampero que nació en 2012 y está conformada por 180 productores que cuentan con unas 120 mil colmenas repartidas en diferentes puntos del sudoeste bonaerense.
Desde su lugar de desarrollo técnico y científico, han posicionado a la apicultura argentina como una de las más importantes del mundo. Promoviendo el trabajo local, y a una actividad estratégica para el desarrollo periurbano del país.